martes, 3 de agosto de 2010

Gota de tinta, cada una borrada al posicionar la pluma; forma perfecta de perder ideas de la faz mental.
La tormenta se lanza contra la habitación.
Desconozco la dimensión que busca atraerme hacia el agujero negro. La palabra salpica de mis dedos; se pierde.
Lentes deforman lo externo a mi ventana.
Observo espacios en blanco capases de albergar ideas. Microcosmos que escurren la oscuridad, espero.
Me recargo, cuenta gotas sobre la frente.
El estomago pide atención. Bebo café y prendo un cigarro. La ceniza cae, crea montaña imperfecta, escribo.
Una, dos… termino… una, dos… gotas.
Muevo los ojos, me contagio de aquella galaxia a mis pies, tomo la hoja, tinta, al suelo.
Centenares de arboles se columpian.
Llama la siguiente hoja, no hay tinta, el cigarro se encarga del siguiente agujero, el humo se desprende, gris.
No existe la lluvia tras del papel.

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