lunes, 15 de julio de 2013



Te ofrezco mis palabras, deambulan mientras cierro los ojos, ángulos de una misma imagen, de una sonrisa, de las diversas posibilidades sobre ti.
Desconozco el futuro y heme aquí: vulnerable que te observa en la memoria, intentando descifrar el silencio que te aborda.

Festival de Máscaras



El frío se estacionó por unos días en esta gran ciudad, la oscuridad acecha; me encierro en una cúpula lunar intentando gravitar a la luz, el fin de la cueva que se ha vuelto una gama de pensamiento en la que me encuentro inmersa.

Las máscaras juegan al poder, cantos de dolor se enfrentan en las tormentas desdeñosas de tu alma: es la tristeza de vuestros pensamientos, el sufrimiento que cuenta con el atuendo de la superioridad ocultando la debilidad. Representan la máscara del cinismo, títeres de su propio poder. El tablero tiene sus piezas puestas para el juego de la guerra, las piezas se mueven de un lado a otro al ritmo del interés ¿quién puede reconocer, verdaderamente, el simbolismo de cada una de esas piezas? La historia juega con los nudos de la existencia y el hombre común. 

En ciertos momentos, mi querido individuo, la tristeza se entromete en los pensamientos, duele la destrucción en el que te ves envuelto. El dolor, de esa parte animal que sabes que no se puede ocultar y que se justifica con la supervivencia, una supervivencia que no lleva más que a la muerte misma del ser  físico y emocional.

Fantasmas deambulaban, no dejan de hablar, siempre contando historias extrañas que no contienen coherencia alguna;  por momentos, con un poco de suerte y estando un poco cuerda pueden surgir algo de aquellas historias, una combinación de lo mío con lo de ellos, porque yo soy de ellos y ellos son de mi. Seres de sombras con emociones que se contraponen una y otra vez, amantes de la sensibilidad que crea y del egoísmo que demuestra la imperfección. 

Festival de máscaras, silencio que se desnuda con el hambre, comienza aquí, en esta ciudad gris.

domingo, 5 de mayo de 2013

Mecanismo cotidiano



Tengo un problema con el sueño: duermo demasiado, duermo poco, no duermo, duermo despierta.
Hoy no duermo, el calor, las ideas que se aceleran en la mente, el temor de no hacer las cosas a tiempo…  Hoy no duermo, común en las madrugadas de un sábado.
Levantarse de la cama a las 5:30 en punto, preparar cada una de las herramientas que serán usadas durante la mañana, no se reflexiona, todo se hace mecánicamente. Común en las horas del sábado.
Tomar el camión a las 7:00, a veces más tarde, otras más temprano. Siempre observo por la ventana los árboles que se mueven, los árboles que existieron alguna vez; mi mente recorre cada parte del camino mientras piensa, cae, piensa y cae en la imagen del sol que sale cada mañana de sábado.
Todo sigue un curso, observatorio-balderas-universidad, caminar, caminar, subir, subir, imprimir, bajar, beber café, subir, subir, subir, caminar, caminar, llegar a clase, bajar, bajar, bajar, caminar, trabajar. Por momentos me detengo, observo, escucho, pájaros, ardillas, revoloteo, verde, amarillo y las sombras que se desplazan con la luz.
Un ave deja caer del cielo la suerte que manejan los italianos, desecho del organismo. Algo se ha roto en mi mecanismo cotidiano.
Después de las dos, los trayectos antes de llegar a casa son distintos, los ángulos de las zonas que me alumbran se ven desde otra perspectiva, caminos nuevos con trayectos en morado, verde, café y la luz que despierta entre las hojas de las flores.
La hora de la comida, todo corre lento, las risas y cada una de las conversaciones que se distinguen en el lugar. Un gato me observa, tranquilamente, mostrando el ronroneo a través de unos ojos entreabiertos, conversamos con el silencio y el parpadeo suave entre nosotros.
Se pretende regresar al trabajo, el plan que había creado a lo largo de la mañana pero, algo detiene a mi acompañante y logra convencerme de que es mejor parar por el día de hoy. No estoy segura aunque igualmente considera que es sensato lo que dice con respecto a que el día termina con el tic tac del reloj.
Regresar al trayecto conocido, copilco-balderas-obervatorio, subir, caminar, bajar, atravesar, caminar…
La señorita de la taquilla me observa esperando pida mi asiento habitual, el 9, mi número favorito. Algo se ha roto en mi mecanismo cotidiano. Mis palabras salen solas 18, por favor… ¿18? 1+8=9 pero no es en sí un 9 ¿18?... la transacción se ha hecho y sigo mi trayecto.
Subo al camión, cansada, recordando las labores escolares y los proyectos que se avecinan. Busco mi asiento ¿18? Ocupado ¿Ocupado? Perdón que le moleste pero el asiento 18 es el que seleccione… Los ocupantes se mueven y les respondo a la sonrisa en su rostro… ¿ocupado?... voy hacía mi asiento… un huracán. Algo se ha roto en mi mecanismo cotidiano.
No ha pasado nada y continuo con mi labor, saco y prendo la computadora.  Siento algo extraño en el ambiente y levanto la mirada. Un torbellino frente a mi, un caos que mueve, desordena, ordena, mueve y desordena… curioso…  pum pam pum algo ha dejado caer el torbellino, no suelo ser descortés y salgo de mi zona de confort para ayudar un poco perdón dice el torbellino ¿perdón? ¿por qué? No, no importa es respuesta por la cortesía aunque en todo caso se responde gracias y no perdón.
Continuo tras la pantalla pero todo ese movimiento logra q a veces mire de reojo, aunque a veces, descaradamente observo con curiosidad, seguro va a trabajar, se le hizo tarde, está todo estresado, nunca le había pasado… debo seguir con lo mío… su bata dice y no distingo… continuo con lo mío y veo como cae lentamente otra de sus herramientas, aunque esta vez no puedo ser de gran ayuda perdón ¿perdón? ¿perdón? No es nada ¿perdón? Perdón es inútil, sigo con lo mío pero sonrío por la curiosa actitud del personaje. Logro concentrarme en lo mío mientras el personaje come una gelatina ¿quién come una gelatina a las 6 de la tarde y con este calor?
-disculpa, ¿dónde puedo conectarla?- Pregunta señalando su herramienta.
Le explico rápidamente y continuo. El torbellino ha bajado la intensidad de sus vientos y ahora todo lo hace con tranquilidad.
-¿trabajando?-
¿Me habla? ¿Por qué?
-Si, tareas de la escuela- respondo
-¿Qué estudias?-
-Administración de las Organizaciones y, Ciencias Políticas y Administración Pública- respondo con dificultad, decirlo siempre me ha costado trabajo.
(…)
Veo mi computadora por momentos aunque no puedo evitar no ignorar a mi compañero de viaje
-Me permites sentarme contigo o….
¿Sentarse? ¿no entiendo?
-Si, adelante- las palabras vuelven a salir solas y me sorprendo de estar platicando con un desconocido
Hoy no observo el trayecto, el sol que se observa a través de los edificios de Santa Fe y que a las seis de la tarde es un reflejo de naranjas y nubes que desprenden la luz generando un movimiento. Sigo platicando.
Retrocedo en el tiempo mientras detecto la causal-casualidad de un ave que rompió mi mecanismo cotidiano.

jueves, 28 de febrero de 2013

Su nombre a través del vidrio, posó sus dedos sobre aquel y sintió el vibrar del metro mientras escuchaba su nombre lentamente, cerro los ojos por un momento y sus pies despegaban del piso justo cuando cada curva transitada le hacía despegar. ¿Cuándo escucharía su nombre a través de sus labios? ¿Cuándo sería el día que podrían encontrarse en aquel mismo universo? ¿Cuándo dejarían de ser ajenos?

miércoles, 13 de febrero de 2013



El quehacer de la cotidianeidad despliega las cartas que ya no se escriben. Las sombras han dejado de tener miedo y nombre. Ahora  es frágil, simple el sonido que se desprende de las orillas del cielo.
Me he vuelto sorda, inhumana ante los hechos que surgen, ficticios o reales (da igual), dolorosos, si,  al fin de cuentas dolorosos.
Podríamos desplegar la revolución, sería como el sueño de cada una de las épocas pasadas: Con la muerte llamando a la puerta
Llámenlo falta de esperanza, traición a la lucha social: Cerremos los ojos con el último golpe
 ¿Quién?
 Tú,
 yo,
 todos.