El quehacer de la cotidianeidad despliega las cartas que ya
no se escriben. Las sombras han dejado de tener miedo y nombre. Ahora es frágil, simple el sonido que se desprende
de las orillas del cielo.
Me he vuelto sorda, inhumana ante los hechos que surgen,
ficticios o reales (da igual), dolorosos, si, al fin de cuentas dolorosos.
Podríamos desplegar la revolución, sería como el sueño de
cada una de las épocas pasadas: Con la muerte llamando a la puerta
Llámenlo falta de esperanza, traición a la lucha social: Cerremos
los ojos con el último golpe
¿Quién?
Tú,
yo,
todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario