miércoles, 10 de octubre de 2012

No pude evitar sentir el ardor al escuchar la noticia, tanta sangre derramada en un instante me ponía la piel de gallina y sentía las balas perforando mi cuerpo. Quería escribir sobre ello, quería describir la emoción que me embargaba por completo, quería tanto el uso de las palabras para pelear pero, aquel ardor nos rompe, nos hace perder la razón.
Silencie mis dedos y cerre los ojos por unos instantes, debía calmarme y comprender la situación desde una perspectiva alterna y ajena al corazón pero ¿cómo se justifica la muerte impartida por alguien? Podría, quizá, comprender todos los factores que ocasionarón el llegar a ello, el peso de la historia; podría ingresar miles de posibilidades y escenarios para entender, no justificar, una desición tan desgarradora y ahí, en pleno climax de espacios no evitados, resbalaría de nuevo en una explosión de emociones y entrañas destruidas por el tiempo del ayer y del ahora.
Suena tan fácil hablar de acciones y reacciones pero no del futuro especifico, ¿cómo determinar el mañana de seres tan cambiantes? Ahí entrarán con sus métodos cuantificables, entonces ¿somos números de reacción? ¿somos una cifra clasificada? Sin embargo, ser consientes de ello podría determinar el volvernos un número que cambia de categoría y por ende generar una cadena de reacciones no esperadas, aunque, pareciera que nuestro entorno no existen tales cosas o ¿si?
La sangre seguía ahí, creada por mi mente, imaginada, con movimiento y olor asfixiante de putrefacción del quién, sin nombre, le pertenecía, con su futuro inexistente mientras yo intentaba reflexionar sobre la razón de su presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario